sábado, 11 de septiembre de 2010

Camarero, un 11-S bien cargado

Hace 9 años volvía de mis vacaciones de verano. Entonces sólo era un chavalito, y casi no sabía nada de la vida. Mi madre introdujo las llaves en la puerta y el teléfono empezó a sonar. Los timbres siempre son los mismos, pero esa vez noté que el teléfono estaba más excitado que de costumbre. Quería decirnos algo. Por esto descolgué. Era mi abuela. Gritaba algo de unas torres, América y aviones chocando. Nosotros pensamos que el Alzheimer se había instalado en su cabeza a una velocidad de vértigo. Sólo balbuceaba que encendiéramos la tele para verlo. Y eso hizo mi padre. Los gritos de mi abuela eran tales que tuve que colgar el teléfono.
Mis padres estaban de pie delante de la tele. Sin hablar. Nunca había visto el poder real de la televisión de hipnotizar a la gente. Pero esa hipnosis no era fruto de la televisión si no de la noticia. Las Torres Gemelas, uno de los símbolos de América, se estaban derrumbando debido a un atentado suicida con aviones. Eso me afectó. Mientras mirábamos la televisión, otro avión chocó con una de las torres. Estábamos viendo un atentado en directo. La gente se tiraba de las Torres, suicidándose, al ver que no podían hacer nada para salir de ese infierno. Pasaron los minutos, y, entre caos, gritos, llantos y lágrimas, las Torres cayeron. Yo era un chavalito, y eso me encogió el corazón.

Pasaron los años y crecí. Y mientras iba creciendo también lo hacía mi percepción de las cosas, mi pensamiento, mi madurez. Ahora, cuando hace 9 años de aquellos atentados que convulsionaron el mundo, ese chavalito dice: “Que os den por el culo, Estados Unidos”. ¿Tengo que llorar la muerte de unos cuantos miles de americanos? ¿Y quién llora los millones de japoneses muertos por culpa de la Bomba Atómica? Porque, señoras y señores, eso también es terrorismo. La guerra se estaba alargando demasiado y los Estados Unidos dijeron: “Vamos a asustarlos un poco”. Y ¡zas!, Bomba Atómica al canto. “Aquí estamos nosotros, con una súper arma, no nos toquéis los cojones”. Y es que en Hiroshima y Nagasaki no había objetivos militares. No había un megalaboratorio de armas hiperpeligrosas.

No había ni siquiera soldados. Eran zonas civiles. ¿Y qué hicieron los Estados Unidos? Sembrar el caos y el miedo. O, dicho con otras palabras, sembrar el terror. Resumiendo, Terrorismo. Y no sólo eso. Nadie piensa en las secuelas de la Bomba Nuclear. Niños enfermos. Caras deformadas. Ah, eso sí, vamos a preocuparnos por la gran potencia. Vamos a llorar por los americanos. No me malinterpretéis. No estoy diciendo que den por culo a los muertos y sus familias. No quisiera estar en su piel y desde aquí les doy mi más sentido pésame. Lo que estoy diciendo es que equilibremos la balanza. Tan terrorista es el que mata miles de civiles con aviones que el que se carga millones de civiles con una Bomba diseñada para matar millones de civiles. O follamos todos, o la puta al río.           

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